Al servicio del antiguo califa Halakem II, primero desde oscuros cargos administrativos, luego como director de la ceca y, por fin, tras la muerte del viejo califa, como auténtico hombre fuerte del Califato, Almanzor se había convertido a la vez en el protector del joven Hisham y en el hombre que lo controlaba, como controlaba todo lo que sucedía en Córdoba y en Al Ándalus.